concejo bariloche

Una defensora de los derechos de las personas con discapacidad, una destacada jubilada municipal y una referente social, fueron reconocidas por su trabajo comunitario, en el marco del Día de la Mujer Trabajadora.

El presidente del Concejo, Diego Benítez, encabezó en la sesión de este jueves el homenaje “Mujeres que dejan huella”, destinado a quienes se hayan destacado por su labor y compromiso en el ámbito cultural, político, social, deportivo, sanitario, educativo. En esta oportunidad, JSB destacó a María Herminia Lastra, el PRO a María Victoria Sabatte y el FpV a Olga Alicia Barría Barrientos. Las siguientes son sus historias de vida: 

 

 

María Herminia Lastra

María Herminia Lastra nació en el campo, en Chile, en 1940, e integró una numerosa familia de 12 hermanos, con quienes a los 11 años se mudó a Carelmapu para poder asistir a la escuela. En 1959 decidió que su futuro estaba del otro lado de la cordillera y llegó a Bariloche con sólo 19 años. 

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En nuestra ciudad fue niñera, mucama y moza, hasta que ingresó al Municipio en 1974, donde se desempeñó por 3 décadas, hasta su jubilación. Primero en la Guardería Iglesias, luego en Acción Social, Obras Públicas y finalmente, en el Tribunal de Faltas.

Era la primera en llegar para acondicionar el lugar de trabajo y la última en irse, con extensas jornadas laborales. Entendiendo que hacía un aporte a la comunidad, y demostrando un gran compromiso con su tarea, renunció al cobro de las horas extras durante toda su carrera y donó sus vacaciones por 10 años. “Todos podemos aportar un plus para el bien común y traducirlo en hechos”, afirmó.

Su decisión le mereció el reconocimiento de números intendentes, del Concejo e, incluso, de la Presidencia de la Nación en 1995. También tuvo gran trascendencia pública, ya que fue entrevistada por Susana Giménez, recibiendo mucho afecto de la gente.

Tanto amaba su trabajo que la jubilación golpeó fuerte en su siempre alegre estado de ánimo. “Por 3 años estuve deprimida”, recordó, concediendo que, si bien aún extraña la rutina laboral, se reconcilió con su tiempo libre, el que disfruta junto a sus 3 hijas y 6 nietos.

 

 

 

María Victoria Sabatte

María Victoria Sabatte llegó a Bariloche desde el Gran Buenos Aires a los 19 años, en 1989. Trabajó como empleada de comercio en diferentes locales de la ciudad y en 1993 se juntó su pareja, con quien tuvo dos hijas.

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Inició su trabajo social con el Grupo Encuentro, durante dos años. Y después de una década abocada a su familia, decidió volver a destinar su tiempo y trabajo al bien común, esta vez desde la Capilla San José Obrero.

Desde 2013, a través del “Taller de los Sueños”, brinda cursos de pintura para chicos del Barrio Malvinas, incorporando paulatinamente apoyo escolar, taekwondo, academia de música, actividades recreativas y viajes de los que disfrutan casi 50 niños.

El proyecto se complementó, luego, con el Taller San José, con una propuesta de acompañamiento y formación en oficios para jóvenes. Así, se constituyó la Fundación San José Obrero, con personería jurídica desde el 2018.

Actualmente, están construyendo su sede, con el objetivo de contar con mayores espacios y horarios para ampliar la oferta de actividades para niños y jóvenes. Victoria es testigo y artífice de la concreción de un sueño, y está abocada totalmente a la Fundación, con el respaldo invaluable de su familia.

 

Olga Alicia Barría Barrientos

Olga Alicia Barría Barrientos nació en 1945 en la frontera, entre Peulla y Puerto Blest. Su madre trabajaba en el hotel. Se crió en Bariloche, estudió en la Escuela 185 y a los 12 años fue enviada a Viedma, al colegio religioso María Auxiliadora. 

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Recuerda la dureza de la disciplina y su arduo trabajo lavando ropa para poder estudiar, pero rescata haber incorporado “la semilla de ser buena persona”, a través de la búsqueda del bien común y “pensar en el prójimo”. Se formó como profesora de lencería y bordado en blanco. 

Trabajó de empleada doméstica en Neuquén y a los 20 años volvió a Puerto Blest. En la cocina del Hotel conoció a José Carrasco, con quien lleva 51 años de casado y tuvo dos hijas y un hijo.

En Bariloche trabajó como tejedora, y en 1980 comenzó a dictar clases en la Escuela 273, hasta que la artritis la obligó a dejar la docencia, una de sus grandes pasiones: se jubiló en forma anticipada a los 46 años.

“Es un dolor muy grande, pero si te quedás en tu casa, es peor”, definió. Con esa fortaleza, participó en la conformación del grupo AMAR (Ayuda Mutua de Artritis Rematoidea), con otras pacientes que se conocieron realizando actividad física recetada en el CEF Nº 8.

El 8 de diciembre de 2012 les otorgaron personería jurídica. Brindan talleres de pintura en tela, costura, bordado, manualidades y gimnasia, entre otras actividades. Actualmente, participan 30 mujeres y el desafío es que se sumen pacientes hombres y contar con espacio propio para poder ampliar la oferta. El objetivo es aunar gente que padece enfermedades reumatológicas para ayudarse entre sí y mejorar su calidad de vida.

El compromiso de Olga le mereció el reconocimiento de las organizaciones integrantes del Consejo Consultivo Local para Personas con Discapacidad, quienes la honraron con la presidencia del espacio. “Fue una gran responsabilidad y me obligó a comprometerte aún más y seguir estudiando”, valoró.