Durante el encuentro se habló en torno al anhelo de poder mudar el carrousel a un espacio abierto y público que invite a los barilochenses a apropiarse de la actividad. “No hay calesita en el país que no esté conectada con la memoria emotiva de la gente; y es responsabilidad del Estado generar las condiciones y políticas necesarias para que este tipo de espacios subsistan”, enfatizó el presidente del cuerpo legislativo.
La declaración fue aprobada por Declaración 795-15 en forma unánime en abril de este año y destaca la valoración que tienen distintas ciencias sociales acerca de los aspectos lúdicos. “Durante la niñez, los juegos ayudan a la sociabilización, a la integración, a la educación y a la manifestación de distintos aspectos interiores, fundamentales en la construcción de la identidad”, se expresa en la ordenanza.
La teoría pedagógica enfatiza en lo lúdico como elemento para el desarrollo; en el caso de la calesita, lo lúdico se expresa con un matiz de integración social en San Carlos de Bariloche.
Guillermo Vila compró la calesita a un antiguo vecino de Villa Los Coihues que años atrás la había adquirido para el barrio. Tras restaurarla y ponerla en condiciones fue re-inaugurada en el Puerto San Carlos, el 12 de junio de 1992. Años más tarde, esa sería vendida, pero solo para adquirir otra más grande y ubicarla en su lugar actual en Moreno y Onelli, convirtiéndose así en el clásico carrousel de la ciudad.