La presidenta de los recicladores fue una madre adolescente que acudía al basural con su niña en busca de comida y ropa para subsistir. La conformación de la organización le permitió “valorarme como mujer trabajadora” y terminar con 10 años de violencia de género. El Concejo Deliberante la reconocerá este jueves en las actividades por el Día Internacional de la Mujer.
“Yo no podía enfrentar a mi pareja, no hablaba con nadie. Sólo venía a buscar basura, siempre con la cabeza para abajo, sintiéndome un trapo de piso. Y hoy me veo parada frente a un intendente, con la responsabilidad que me dieron mis compañeros de pelear por el trabajo digno de 58 familias”. Con esas breves pero contundentes palabras, Gladys Pichiñanco resumió un largo y doloroso proceso de aprendizaje y resignificación de su rol de mujer en el mundo laboral y familiar.
A los 15 años, cambió la vida de Gladys. Habiendo finalizado la primaria, embarazada dejó el hogar en el convivía con sus 7 hermanos y sus padres, para juntarse con un hombre 10 años mayor. Pero su historia no fue como esperaba: “Se crió en un contexto de violencia familiar y repitió la misma historia. Nos pegaba mucho...”, recordó.
El círculo de violencia no era sólo física, también económica y psicológica: “Me decía que nunca iba a salir adelante, ni a conseguir trabajo siendo tan chica y con una hija. Decía que yo no sabía hacer nada, que dependía de él y que nos iba a matar si lo denunciaba”.
Ante la falta de recursos, Gladys comenzó a acudir en bicicleta al vertedero con su hija, que ya tenía 4 años. “La crié hasta los diez años con ropa y comida del basural, porque él trabajaba sólo para tomar”, lamentó. Luego juntaba metales y los vendía los sábados, logrando sus primeros ingresos con la recuperación de material.
Cuando la gran cantidad de familias que concurría al basural -en un contexto de crisis económica global del 2001- comenzó a organizarse y a buscar una solución conjunta mediante la conformación de la Asociación de Recicladores Bariloche, “empecé a participar de reuniones, a conversar con otras personas, con mujeres que habían pasado por lo mismo, y me di cuenta de muchas cosas. Fue mi renacer, un despertar”. Si bien la ruptura del círculo de violencia de 10 años fue traumático, la intervención y asesoramiento de la justicia lo hizo posible.
Gladys apreció que “la organización es una parte muy importante de nosotros. A mí me ayudó a salir de esa situación, a independizarme, defenderme. A valorarme como mujer, como trabajadora. Es un lugar donde uno puede contar con libertad y recibe apoyo. Es una contención social muy grande que nos damos y la prioridad siempre se la dimos a las mujeres”. De hecho, 40 de las 60 integrantes de la Asociación, son mujeres.
Por su gran aporte a la comunidad, este jueves Gladys será reconocida por el Concejo Municipal con la distinción “Mujeres que Dejan Huellas”, en el marco de las actividades por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.